Sin forma ni fondo
@sabuesolotodo
Iván Vargas
Mientras la crisis por el agua se agudiza preocupantemente, el discurso general suele centrarse en el individuo y su consumo, dejando hipócritamente de lado el desvergonzado, impúdico y desmedido consumo de este recurso por parte de empresas como Coca Cola-Femsa, Pepsi, Bimbo o Nestlé, que acaparan cerca de
133 mil millones de litros de agua por año sin pagar prácticamente nada según el artículo publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) “En México no falta agua, sobra chatarra” del 2001.
Piense un momento en esto, Coca Cola (de la cual no necesito dar contexto de su poder y millonarias ganancias) pagó $2,600 por cada concesión obtenida en el país durante el año 2018, ¡dos mil seiscientos pesos! Una burla que evidencia el poder mediático de estás corporaciones para hacer y deshacer sin casi ningún control regulatorio por parte del estado. La Comisión Nacional del Agua (Conagua) reconoce en el mismo artículo que no cuenta con los medios técnicos para una revisión rigurosa de los litros exactos de la extracción, su estimación se basa en el total de ventas de las empresas, dejando claro su vergonzoso (por no decir nulo) control de este vital recurso.
El pobre marco regulatorio existente es insuficiente y no se vislumbran políticas o iniciativas serias que confronten con alguna solución efectiva este problema. En León, Guanajuato, por ejemplo, Coca-Cola produce cerca de 728 millones de litros de refresco al año, rebasando los 690 millones de litros de agua que tiene concesionados. Estas malas prácticas no se esconden ni disimulan, impunemente se ejecutan sin castigo o repercusión. El impacto de una empresa de este tamaño es difícil (incluso resulta ridículo) de comparar con el consumo regular de una persona promedio. Si bien todos tenemos responsabilidad individual en este tema, también es cierto que (como en muchos otros rubros) son los grandes emporios quienes generan el mayor estrés sobre los recursos hídricos.
Lo extraño, repito, es que en la discusión general de este tema, pocas veces se les considera un factor primordial, surgen solo esporádicamente entre comentarios al aire, pero no como uno de los mayores responsables del problema. Algo sospechoso que suena a discretos acuerdos a modo para el beneficio de estos monopolios que dicen respetar el libre mercado, pero que atropellan a la competencia con estrategias cuestionables, como el acaparamiento de los recursos disponibles en este caso. Resulta muy conveniente para ellos silenciar u omitir su contribución al problema, señalando con el dedo al ciudadano de a pie, recargando sobre su espalda las consecuencias ya visibles de esta inminente tragedia que ya no es tema sólo de las generaciones venideras, sino una macabra realidad en la cual ya estamos inmersos.
Nos calman o tranquilizan presumiéndonos sus programas pro ambiente, como es el caso de Coca Cola, que tiene vigente un programa de reforestación con el fin de mitigar su impacto en la sequía, sin embargo esta garantía se antoja irrisoria y ridícula pues no resarce el daño causado y, por si fuera poco, ni siquiera es la empresa quien lleva a cabo estás actividades. Contrata a terceros para dicho fin, dejando ver que lo hacen como medio de disuasión para callar la boca de sus detractores, pero no como una iniciativa que busque atacar realmente el problema central.
La problemática con estas empresas no se limita a su consumo, se extiende también a la contaminación que generan con sus residuos, que dañan pozos, lagos y mantos acuíferos abiertamente y sin ningún tipo de modelo legal o técnico que
busque aminorar o suavizar su nefasto impacto sobre el ambiente. Solo por citar un ejemplo, la alianza Break Free from Plastic, señaló a Nestlé como uno de los mayores contaminadores de plástico del mundo, mismo que al no contar con un programa eficiente de reciclaje, termina la gran mayoría de las veces en ríos, lagos y mares.
Estos datos son solo un esbozo infantil y tibio que no retrata ni de lejos la profundidad abismal y sin fondo de este problema. Es importante participar activamente con nuestros actos para mitigar en lo posible el desperdicio de agua, sin embargo sería más eficiente puntualizar y sacar a la luz este tipo de temas que son los que más repercuten a la hora de encontrar salidas viables al estrés hídrico.
Es imperativo trabajar socialmente en este problema y una buena solución es dejar de lado el consumo de estos productos que, como cereza en el pastel, también contribuyen al empobrecimiento y mala salud de las personas, aspectos igual de reprochables que (otra vez) parecieran ajenos a estos titánicos entes de la alimentación. Piénsalo fríamente lector, encontrará que es una ironía que estás empresas abusen de nuestros recursos desmedidamente sin pagar casi nada, y encima, somos nosotros mismos quienes los enriquecemos mientras mermamos nuestra propia salud. Irónica y patética realidad ante los ojos de todos.
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