PAPEL & TINTA - Cómo Gabriel García Márquez me acercó al Realismo Mágico

Pablo Camberos
Hoy comparto en mi columna la dicha de cumplir años en paralelo con Cien
años de Soledad. Este año cumple 55 décadas de editado en 1967 por
primera vez.
En mi historia personal, tiene una importancia muy especial,
porque no fue parte de una tarea escolar mi primer acercamiento a la novela
del amante de las mariposas amarillas. Cuando salió la edición
conmemorativa decidí hacerme un favor y entrar a una librería y adquirir la
máxima obra del creador de Macondo.
En el trayecto del camino a casa a bordo del microbús, me senté a leer e
inmediatamente sentí un vuelco en el estómago. No estaba entre mis manos
cualquier libro, pero en ese instante no comprendía lo que significaba. Me
tomó casi cuatro meses en terminarlo, porque no quería que se acabara
nunca.
Recuerdo con agradecimiento a mi maestro de historia que me dijo que en
la literatura en español existían dos obras de importancia fundamental. El
primero era el de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha y el segundo
el de Cien Años de Soledad. “Muchos años después, frente al pelotón de
fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde
en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Son exactamente 27 palabras
que repetí durante la mitad de un semestre, y que resuenan todavía como
una especie de mantra para relajarme cuando estoy lleno de trabajo o como
una canción de cuna de esas que las mamás cantan a sus hijos para
arrullarlos.
Macondo no existe realmente en ningún lugar del mapa, pero pasa por los
mismos cambios que tantas ciudades, pueblos y colonias. Crecí en una
especie de Macondo en el estado de México, un territorio enclavado en un
cerro, alejado y con casi nulo contacto con las grades urbes. Solo lo
conectaba una sola ruta de camiones y tren que pasaba a un kilómetro.
Cien Años de Soledad es una obra mucho más amplia que las páginas que la
envuelven. Después vino a mi vida El amor en los tiempos del cólera, y luego
le siguieron otros tantos, como El Coronel no tiene quien le escriba, Crónica
de una muerte anunciada o Memorias de mis putas tristes, donde un ilustre
periodista anciano decide darse un homenaje yendo a un burdel en busca de
una virgen por su 90 cumpleaños, que a la postre, sería el amor febril que
esperó durante toda su vida.
Gabriel García Márquez seguramente es el autor que más he leído por una
búsqueda incesante de la sensación del primer detonante, y me ha abierto la
puerta a los demás autores del realismo mágico. La nostalgia de mi niñez en
un apartado pueblo me recuerda la fantasía dentro de la realidad que me
rodeaba. El amor perdido y el encontrado.
Lugares, historias y personajes no serán calcinados como ocurrió con el
cuerpo de García Márquez, que como un homenaje, fue despedido por una
multitud de admiradores en Palacio de Bellas Artes. Recuerdo que la
explanada del recinto de pronto se tornó el cielo de mariposas amarillas.
Expiró a la edad de 87 años en la ciudad de México. Gracias por tanto
“Gabo”.