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PAPEL Y TINTA - La nostálgica vida para ser escritor.



Pablo Camberos


Todo comienzo suele ser difícil. El inicio de una receta, el principio de una canción, el arranque de un año escolar, el preámbulo de una relación.


Y digo que es difícil en el sentido donde la regla establece que lo que mal comienza, mal acaba. Por eso es indispensable buscar el mejor inicio de todo. Convocar todos los elementos necesarios, todos los ingredientes que se van a ocupar, todas la energías; las palabras más precisas para lograr un buen comienzo.


Me pregunto si los escritores en el momento de sentarse frente a la máquina de escribir, su cuaderno de notas o de su computadora; comenzaron por el principio de su historia. Habrán dado vueltas y vueltas meditando sobre la frase de inicio. Ni duda cabe que fue así, ya que es el inicio el que nos atrapa. La sensación de la primera probada de un platillo, el primer sorbo de un tequila, de un café o un vino. La primera mirada, el primer beso, la primera palabra al ser amado.


Hablando precisamente de la primera palabra, oración o párrafo; que es el “gancho” que nos atrapa y ya no nos suelta. Que por ser tan precisa nos incita a devorar desde la primera línea hasta el final de la obra.


Recuerdo el inició de grandes autores. Por ejemplo: En un lugar de la mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza y astillero, andarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. (El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha).


Muchos años después frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aurelio Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. (Cien años de soledad de Gabriel García Márquez).


Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, Un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. (Pedro Páramo de Juan Rulfo).


¿Qué les parece este principio? A todos en algún momento, se nos ha revelado nuestra existencia como algo particular, intransferible y precioso. Casi siempre esta revelación se sitúa en la adolescencia. El descubrimiento de nosotros mismos se manifiesta como un sabernos solos; entre el mundo y nosotros se abre una impalpable, transparente muralla: la de nuestra conciencia. (El Laberinto de la Soledad de Octavio Paz).


Uno más. Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros. (Nos han dado la Tierra de Juan Rulfo).


El siguiente es de una mujer extraordinaria. Y entonces, coléricos, nos desposeyeron, nos arrebataron lo que habíamos atesorado: la palabra, que es el arca de la memoria. Desde aquellos días arden y se consumen con el leño de la hoguera. Sube el humo en el viento y se deshace. Queda la ceniza sin rostro. Para que puedas venir tú y el que es menor que tú y les baste un soplo, solamente un soplo. (Balún Canán de Rosario Castellanos).


Y qué tal uno de Chales Bukowski. Cass era la más joven y la más guapa de cinco hermanas. Cass era la chica más guapa de la ciudad. Medio india, con un cuerpo flexible y extraño, un cuerpo fiero y serpentino y ojos a juego. Cass era fuego móvil y fluido. Era como un espíritu embutido en una forma incapaz de contenerlo. Su pelo era negro y largo y sedoso y se movía y se retorcía igual que su cuerpo. Cass estaba siempre muy alegre o muy deprimida. Para ella no había término medio. Algunos decían que estaba loca. Lo decían los tontos. Los tontos no podían entender a Cass. A los hombres les parecía simplemente una máquina sexual y no se preocupaban de sí estaba loca o no. Y Cass bailaba y coqueteaba y besaba a los hombres pero, salvo un caso o dos, cuando llegaba la hora de hacerlo, Cass se evadía de algún modo, los eludía.

Para finalizar-porque siempre o algunas veces es lo de menos- porque cuando algo nos ha gustado tanto, no quisiéramos que se acabara jamás.


Hay un autor que precisamente comienza con decirnos el final de su novela. El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros.


Papel y Tinta espera que alguno de los fragmentos anteriores les impulse a leer las obras completas o quizá, si ya lo hicieron, rememoren el grato placer de iniciar siempre algo nuevo.

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