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Foto del escritorFátima Jordan

“…Y si soy la siguiente, deseo ser la última”

  • Día Internacional de la Mujer


@AnnaDonatella


Fátima Jordan 


Las estaciones del transporte estaban completamente cerradas, los establecimientos se protegen mientras cientos de policías se alistan para la movilización.


El Día Internacional de la Mujer no se felicita, se conmemora. Algo tan sencillo de explicar y tan difícil de entender para algunos que este día es para la mujer, no es de los hombres, no es para todos, solamente es de nosotras.


Alrededor de las 4 de la tarde, bajo el calor intenso del sol, marcho junto con unas amigas y para sentirnos más seguras nos unimos a un contingente. Desde el Monumento a la Revolución da comienzo uno de los momentos más significativos para muchas manifestantes: ser la voz del coraje y formar parte del movimiento que espera que se castigue al asesino.


Con gritos de ira y desesperación, muchas hermanas feministas exigen justicia por cada desaparecida. Las consignas se acompañan en armonía con la brisa del viento: “Justicia para Dayana”, “Justicia para Lupizz”, “Justicia para María”, “Justicia para las niñas”. “Justicia para todas”.


En el paisaje de la tarde en la Avenida Reforma se contemplan las nubes moradas con verde con miles de pancartas con mensajes hirientes, firmes y fuertes: “Ni la tierra, ni las mujeres somos territorio de conquista”, “¿Por qué te molestas más por las que luchan que por las que matan?”, “Tus monumentos tienen 100 años, pero yo tenía 7”, son algunas de las declaraciones sensibles y de exigencia que permean el ambiente.


El viernes 8 de marzo miles de madres guiaron a sus pequeñas hijas hasta la capital del país para formar parte de esta marcha y mostrar así su valentía al asistir.

- Mamá, ¿Qué hacemos aquí?

- Para ser la voz de las que no pudieron regresar más.


“Las mamás con sus hijos e hijas pueden ir en frente, necesitamos vigilarlas, no perderlas de vista”, la guía del contingente ayuda a más no poder a dos madres maravillosas que marchan juntos a sus niños para ser la voz de ellas mismas. “Mi ex esposo es un deudor alimentario”, “Mi ex pareja me violentó”.  Cuando declararon en la Fiscalía nadie les creyó, cuentan ellas, y a pesar de no saber su nombre y providencia, muchas damas violetas gritamos “Yo te creo”.


Son las 5 de la tarde y todo transcurre con tranquilidad. “¿Gustan agua?, ¿comida?, ¿te sientes bien?, ¿necesitas algo?”, son algunas de las preguntas que se escuchan en el contingente. Es como estar en una cápsula en donde sientes calidez y compañía de otra mujer que no te conoce ni conoces, pero ese sentimiento de bienestar al estar entre ellas es indispensable. “Por favor procedan a protegerse, a tapar sus caras”, qué gloriosas son esas Damas de Negro que dominan su coraje y determinación para defendernos en cualquier situación ante el gobierno abusador. Afortunadamente no pasa a mayores, pero ellas procuran más nuestra vida que los mismos “salvavidas gubernamentales”.


“El que no brinque es macho, el que no brinque es macho, el que no brinque es macho….” Con movimientos sorprendentemente originados por la fuerza de las “niñas débiles” y con un diafragma admirable para gritar a los 4 vientos la frase con la que se acompaña el saltó, me recuerda una estrofa del Himno Nacional “Y sus templos, palacios y torres se derrumben con hórrido estruendo y sus ruinas existan diciendo: de mil héroes la patria aquí fue”. Si no tienes la menor idea del valor significativo que tiene esa estrofa en nuestra representación mexicana, no lo comprenderás hasta que vivas la experiencia.


Hay una frase que me irrita al oírla: “las verdaderas mujeres están trabajando, estudiando y estando en casa, no generando desastre, no vandalizando”. A la distancia se observaban varias mujeres que mandan su apoyo y su fuerza desde las ventanas en horas laborales. Esas mujeres sí nos representan y nosotras las manifestantes también nos representamos. ¿Entienden lo que es iconoclasia? Es una manera de exigir justicia y ser escuchadas por medio de la forma más violenta que existe, destruyendo y quemando todo para que me ayuden, si por las buenas lo han exigido miles de víctimas y no se les tomó en cuenta, entonces será por el camino de la violencia, porque ninguna guerra se ganó por medio de abrazos y diálogos pacíficos.


Son las seis de la tarde, el sol ya se despide de nosotras poco a poco. De repente se deja de escuchar nuestra voz y se pide silencio y consideración “necesitamos a un médico, necesitamos a una doctora, enfermera, paramédica, es urgente”. A lo lejos, las mujeres piden auxilio y suplican que nos agachemos para que el personal pueda pasar, para que las mujeres especializadas puedan ayudar. Todas corren llevando medicamentos, agua y alimentos intentando ayudar a una mujer embarazada. Todas las manifestantes reaccionan y dan espacio a la ambulancia. “Por favor no graben a la mujer por respeto a su privacidad”, y sin pensarlo dos veces, varias pancartas tapan la escena para que nadie ve de quien se trata. Se exige respeto a la afectada y se cumple hasta que la ambulancia comienza a dar marcha, todas volvemos a la normalidad pidiéndole a Dios, si es que existe, que se encuentre bien.


Llego al corazón de la ciudad a las siete en punto de la noche, el sol se despidió ya, la luna salió y el fuego nos acompaña en la velada del 8M. En varios puntos del Zócalo se encuentran grupos de víctimas contando su historia “fui violentada”, “fui víctima”, “no me creyeron”, “me culparon”, “me callaron”, “me acosaron”, “me abusaron”. Y con un llanto de corazón partido los ángeles no se liberaron, solo se desahogaron, interpretaron la tortura con la que viven día a día por muchos minutos, horas, días, semanas, meses, años, lustros o décadas que hayan pasado.


¡Fátima ven, esto te puede interesar!, es la dulce voz de mi guía Esmeralda, quien me lleva a un punto en dónde las vallas no son suficientes para manifestar nuestro dolor y compasión. El emblemático Palacio Nacional cubierto de una muralla de acero con la intención de apagar y callar nuestras voces. Tendederos con los datos y fotos de hombres violentos, pancartas demandando justicia por cada una de las mujeres desaparecidas, víctimas del hombre que les arrebató la vida. Se le exige al presidente que no oculte la verdad de la historia y no la altere con datos falsos y coordinados para su conveniencia.


Los sentimientos encontrados han sido liberados. Siento coraje y dolor por todas las mujeres que forman parte de las cifras de acoso, violencia y feminicidios. Trabajadoras con una mala vida laboral, madres que no tienen apoyo de los irresponsables, estudiantes que quieren ser profesionistas y no ser asesinadas, niñas que quieren que su infancia no les sea arrebatada. Adolescentes que piden vivir en paz con sus cuerpos, señoras de la tercera edad que piden por las futuras generaciones, mujeres trans que piden respeto por su vida y decisión. Por todos los niños que anhelan ver a sus madres sanas y salvas, por todas las madres que piden volver a ver a sus hijas, por todas las mujeres indígenas y por todas las periodistas que fueron la voz de todos y las callaron para siempre.


El movimiento no es como te lo pintan los medios alterados y el gobierno exagerado. Son muchas las mujeres que se manifiestan artísticamente por medio del baile, música y canto. Son muchas las mujeres que se apoyan cuando se necesita; te darán alimento y te maquillaran para que te veas bonita. Son las mujeres que buscan la forma de generar un cambio y darte a entender que el feminismo no te obliga a abortar, a no casarte y a odiar a los hombres. El feminismo quiere que seas libre y escuchada sin la necesidad de que nadie te límite a nada solo por el simple hecho de ser mujer.


¿Tienes miedo a que te hagan algo en cada movimiento?, ¿Te molesta como destrozan todo por exigir justicia?, ¿Crees que exageran?, ¿Tienes miedo a que te hagan algo porque consideras que son locas?, imagínate nosotras que vivimos día a día con un miedo constante a qué nos pase algo. No vivimos, tratamos de sobrevivir en este mundo. No te hablaré de mis experiencias, pero si te cuento que formo parte de las estadísticas me pondré a llorar. Desquité mi coraje por medio de mi voz quebrada y firme porque me costó mucho trabajo entender “que la culpa no era mía, ni como estaba, ni dónde estaba, ni cómo vestía, a dónde iba, por dónde venía, qué hora era, qué edad tenía”.


Y en compañía de mi amiga me dirijo al metro Hidalgo para ir a mi casa, la manifestación por nuestra parte ha concluido. A continuación quiero abrir mi corazón como estudiante de periodismo. Me partió ver en mi camino a una gran cantidad de mujeres periodistas que fueron a trabajar, a hacer un reportaje y jamás volvieron, por esas mujeres que realizaron notas y las dejaron sin aliento, por mis colegas que tal vez jamás las voy a conocer.


Ser periodista es considerada como una profesión que va directo a la muerte, si llego a ser la siguiente deseo ser la última mujer, la última estudiante, la última niña, la última trabajadora… para no escuchar cada mañana, tarde y noche que hay una nueva estrella en el cielo….


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