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“Mátate, nadie te quiere, no sirves para nada” 

  • Grupos vulnerables: Adicciones y dependencias



Javier Lether


Juan N. nació y se desarrolló en un ambiente familiar en donde el consumo del alcohol siempre estuvo presente. Fue el mayor de 11 hermanos y sus padres, tíos y abuelos eran alcohólicos. Creció en una atmósfera hostil con violencia emocional, verbal y física y en consecuencia comenzó a beber desde su niñez.


A los 13 años Juan tuvo su primera borrachera y esa experiencia le agradó porque en ese estado de embriaguez sintió que se liberaba de emociones negativas como el miedo, la frustración y el no tener una salida a ese ambiente familiar en donde se sentía atrapado.


“Así fue como comencé a usar el alcohol como una forma de escape, primero ocasionalmente, aunque después los espacios sin beber se fueron reduciendo hasta llegar a beber cada fin de semana. Posteriormente, incluso entre semana también bebía, y terminé bebiendo a diario”, recuerda este hombre de 68 años de edad.

  

En México, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2020, alrededor de 20 millones de personas sufren de alcoholismo y se asocia con más de 200 enfermedades y lesiones y de causar problemas y daños sociales, mentales y emocionales convirtiéndose en un problema de salud grave. El beber en exceso se ha convertido en el sexto factor de riesgo de muerte y discapacidad en nuestro país.


El consumo de alcohol per cápita es de 4.4 litros por año; sin embargo, el patrón de consumo se caracteriza por ser excesivo, es decir, se consumen grandes cantidades en periodos cortos, principalmente los fines de semana.


En el caso de Juan, el consumo de bebidas embriagantes a tan corta edad, le trajo una serie de consecuencias negativas que con el paso del tiempo se fueron complicando.

 

“Busqué alternativas. Una de ellas fue trabajar y hacer ejercicio. También me casé y tuve hijos a los 18 años, pero mi problema con la bebida seguía trayendo repercusiones familiares, sociales, económicas y personales”, recordó este alcohólico en recuperación y que lleva más de 40 años sin beber.


“La verdad es que quería beber para estar contento y pasarla bien, pero casi siempre terminaba mal y causando problemas. Sufrí agresiones físicas e incluso llegué a estar en la cárcel a consecuencia del alcohol”.


Comentó que llegó a un punto en su vida en el que se alejó de su familia y de la convivencia en sociedad hasta perder oportunidades tanto en la escuela como en el trabajo. “Conservar un empleo se volvió muy complicado”, recordó.


Al perder el control en su manera de beber, Juan fue cayendo en un círculo vicioso en donde no hubo mejores sino por el contrario su vida empeoró en todos sentidos.


“Perdí a mi familia, me abandonaron. Mis hijos eran pequeños y mi esposa estaba cansada de tantas promesas y juramentos que no cumplía. Me fui de la casa y terminé viviendo en la calle, en el estacionamiento del Cine Ciudadela a la edad de 25 o 26 años.


“En ese momento ni el alcohol ni las drogas que consumía  lograban aliviar mi malestar y comenzaron a surgir en mi mente ideas ideas generales de suicidio. Empecé a escuchar voces y a tener delirios visuales donde una vocecita me decía: mátate, nadie te quiere, no sirves para nada”, recordó con pena Juan.


Entre los mexicanos el mayor consumo es el de la cerveza con un 40.8 por ciento, seguido de los destilados con el 19.1 por ciento y del vino de mesa con el 8.2 por ciento.

Según datos de la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCODAT) 2016, el 71% de la población en México ha consumido alcohol alguna vez en su vida y el 33.6% reportó un consumo excesivo en el último año. De quienes consumieron alcohol, el 53.1% indicó haberlo hecho por primera vez a los 17 años o menos, el 41.3% lo hizo entre los 18 y 25 años, mientras que el 5.6%, entre los 26 y 65 años de edad.


Por otro lado, el 39.8% de los jóvenes entre 12 y 17 años ha consumido alcohol alguna vez en su vida; además, el 15.2% reportó un consumo excesivo de esta sustancia. Los datos muestran que el consumo de alcohol en menores de edad ha tenido un aumento significativo. Por cada hombre adolescente que presenta posible dependencia hay una mujer; mientras que en la población adulta por cada siete hombres hay una mujer.


Continuando con el testimonio de Juan N, quien accedió a ser entrevistado bajo anonimato después de su sesión en el nuevo centro de Alcohólicos Anónimos (AA) de la región Centro–Oriente, distrito 15 en Iztapalapa, recordó cómo tocó fondo y cómo fue que llegó a esta organización que le salvó la vida.


¿Cuánto tiempo duro su enfermedad de alcoholismo?

Aunque un alcohólico lleve mucho tiempo sin beber, si vuelve a hacerlo, recae. No puede parar. Así que a los 26 años llegué a Alcohólicos Anónimos. Por todas estas vivencias, sufrimientos y dolores, busqué una salida. Afortunadamente, encontré muchos reflejos en las historias de mis compañeros, que eran muy similares a la mía. Entonces vi que ya algunos tenían tiempo sin beber, algunos habían logrado mejorías en su vida personal y familiar y social y laboral, me gustó porque yo en la calle nunca había encontrado gente que te dijera la verdad, la verdad de cómo nos habíamos comportado; habíamos sido deshonestos, mentirosos, traidores, egoístas, controladores, narcisistas.


¿Cuál diría que fue el momento más peligroso que vivió por estar intoxicado?

Fue cuando me volqué en la carretera. Iba con otro amigo en una de esas borracheras que a veces tienes, y de repente nos vino la idea de irnos a Acapulco. Pero no salió como esperábamos, y terminamos volcados. Fue en una curva que ya no pude tomar correctamente. Mi compañero perdió el conocimiento tras un fuerte golpe y ambos salimos del coche. Creo que fue uno de los momentos más peligrosos. Poner en riesgo tu vida y la de los demás es algo que no debemos tomar a la ligera.


¿Qué es lo peor que hizo estando alcoholizado?

Aparte de las peleas que teníamos en las calles, creo que lo más grave de mi comportamiento fue una vez que me emborraché y llegué a la casa de mis padres después de salir de la cárcel, completamente tomado y drogado. Les armé un lío y recuerdo que ese día ofendí gravemente a mi madre. Le dije groserías muy feas. También estuve a punto de golpear a mi padre. Todo esto me causó un gran daño moral. No sabía cómo volver a verlos a la cara después de eso.


¿Se vuelve uno alcohólico por los problemas que ha vivido en el pasado?

Algunos, como yo, empezamos a darnos cuenta de esto, pero en ese tiempo éramos incapaces de ser honestos con nosotros mismos. Siempre racionalizábamos el problema. Por ejemplo, cuando nos preguntan por qué le pegamos a alguien, solía justificarlo. Decía: “Es que me estaba diciendo cosas”. También solemos defender nuestro consumo de alcohol ante nuestros padres. Decíamos: “No sé por qué tomo, pero siento que por dentro estoy tronado, yo me siento mal y necesito beber”. A veces, cuando nos decían que estaba mal, decimos: es mi vida, es mi dinero, no tenemos la sinceridad ni la honradez para aceptar que sí, tenemos un problema. Creo que solo fue posible enfrentarlo cuando llegué a AA.


¿Qué fue lo que su adicción destruyó para siempre?

En el contexto del alcoholismo, esta actividad puede llevar a la pérdida de amistades realmente valiosas. A veces, esas amistades se alejan y no sabemos dónde están, o incluso algunas personas fallecen. En mi caso, mis padres ya han fallecido, pero tuve la fortuna de recuperar su cariño y confianza al dejar de beber y mejorar mi vida. Esto me permitió alcanzar un mejor nivel de vida. Sin embargo, hay oportunidades que se perdieron y que jamás se podrán recuperar. También hemos perdido a personas valiosas que ya no están con nosotros.


¿Su familia también salió afectada por el tema del alcohol?

Mi hija mayor, que ahora tiene 50 años, a veces no recuerda haberme visto en su infancia. La última vez que recuerdo que salí de mi casa, estaba tomado. Mi esposa me decía que me fuera, pero mis dos hijas llorando se aferraron a mis piernas y me suplicaban que no me fuera. Volteé a ver a mi mujer, cuya mirada reflejaba desolación y tristeza. Fue una situación horrible que quedó grabada en mí. Afortunadamente, con el tiempo, logré recuperar a mi familia y hoy todos mis hijos son profesionistas. A pesar de los momentos difíciles, encontré una oportunidad para reconstruir lo que había perdido.


¿Cuál diría que fue el momento en el que llegó a tocar fondo, que le hizo tomar la decisión de pedir ayuda?

Un día despierto allí en el basurero del estacionamiento del Cine Ciudadela. Pasaban las ratas al lado. Yo estaba ahí, cubierto con unas cobijas que parecían cartones de piezas sucias. En ese momento, vi que una rata estaba aquí en frente de mí, pero ya ni miedo les daba. Sentía que eso era lo peor. Ya, o sea, ¿qué sigue de esto? De aquí a la muerte. Ya no hay otra. Fue en ese momento cuando sentí un fondo emocional que tocó lo más profundo de mí. Sentí que ya no había otra opción y que necesitaba buscar ayuda. Ya había tenido conocimiento de que existía un lugar donde podían ayudarme, pero el orgullo y la soberbia me impedían asistir. Dije: “Ya no puedo seguir así”. Eso fue lo que me motivó a cambiar.


Al rodearse de personas en la calle y las fiestas, ¿qué fue lo peor que observó?

Esto me llevó a vivir situaciones que, pues, nunca imaginé. Estuve en ambientes realmente hostiles y muy difíciles, donde presencié asesinatos, violaciones y otras cosas. A veces, incluso participé en robos debido a la influencia del momento y todo eso. Entonces, sí, aunque no quieras, ya estás atrapado o metido en ese rollo. Por querer quedar bien ante este tipo de gente, terminas haciendo cosas que no quieres. Te ves atrapado en esas situaciones, aún sin quererlo.


¿Cuál fue el deterioro físico que sufrió?

Cuando empiezas a tener úlceras y problemas digestivos y escupes sangre, te das cuenta del deterioro. A veces, vas al médico, pero el alcohólico generalmente no dice la verdad sobre su consumo y adicción. Lo más difícil son las repercusiones sociales, familiares y económicas. Por ejemplo, en Fin de Año, recibes el aguinaldo y la caja de ahorro y tienes buenas intenciones de comprar y regalar, pero el alcohol se cruza en el camino, se cruza una cantina y terminas acabando con todo y ya no tienes nada para dar. La tristeza se instala en la mente y el corazón. Ver la cara de las personas que amas y que te ven en ese estado es devastador.



¿Cómo fue la ayuda que recibió al llegar a AA?

Es una comunidad de hombres y mujeres que compartimos nuestras mutuas experiencias, fortalezas y esperanzas para recuperarnos del alcoholismo. ¿Qué es la recuperación? La recuperación para mí tiene que ver con muchos aspectos, pero fundamentalmente está en la cuestión interna, en la cuestión mental, emocional y espiritual. Algunos dicen que estar, recuperados es sinónimo de tener “tengo casas, tengo dinero, tengo coches, tengo. Estoy recuperado”. Para mí no, para mí es cuestión de ser. Cuestión interna, mental, emocional y espiritual. Y esto es paulatinamente. A veces lenta en algunos, en otros más rápido el proceso. Es cuando comenzamos a tener mejores relaciones familiares, cuando nos empezamos a sentir parte de este mundo, ya libres de complejos, de miedo, de traumas, de resentimiento, cuando nos sentimos capaces de amar y dar sin esperar que nos den algo a cambio.


¿Tuvo algo en específico que lo motivó a continuar en su recuperación?

Sí, claro. Aparte de dejar el alcohol y mejorar nuestras vidas, creo que Alcohólicos Anónimos se convierte en una comunidad donde encuentras amigos para toda la vida. No es solo para estar aquí, tomar un café y charlar. Tenemos la capacidad de ayudar a la gente, incluso más allá de lo que pueden hacer los médicos, los padres o los religiosos. Son bendiciones los miembros que llevamos más tiempo en AA, hemos vivido experiencias significativas. Dios trae bendiciones a tu vida, por eso es una parte fundamental. ¿No es emocionante cuando llegas a un lugar y ves amigos de hace 10 o 20 años que también pertenecen a un lugar? Verlos convivir, escucharlos, sabernos socios. Hemos encontrado algo que nos da significado a nuestra vida. Estar en Alcohólicos Anónimos es una tarea importante y me gusta.


¿Cómo diría que es su vida actualmente?

Pues actualmente me siento realizado en todos los aspectos. He tenido la oportunidad de viajar con mi familia. Hace poco, el año pasado en agosto, que fue mi cumpleaños, me regalaron un viaje a España. Entonces, cuando recuerdo los días de cuando estaba tirado y cómo era mi vida, nada que ver. Pero todo tuvo que pasar, y lo tuve que vivir para aprender. Y ahora estoy viviendo, pues. La verdad, a veces, tengo tanta paz y tanta calma que, a veces, hasta me asombro. Me puse en paz con mi padre, me puse en paz con mi madre. Con todos mis hermanos, más o menos, tengo buena relación. Con la mayoría de la gente, tengo buena relación. Pero más que nada tengo un agradecimiento profundo con Dios por todo esto.


Alcohólicos Anónimos es una organización de personas que comparten su mutua experiencia, fortaleza y esperanza para resolver sus problemas y ayudar a otros a recuperarse del alcoholismo. El único requisito para ser miembro de AA es el deseo de dejar la bebida.


Es una organización independiente y no lucrativa que ha ayudado a millones de personas en todo el mundo a dejar de beber desde hace más de 80 años.


Juan contó que bebía para estar contento y pasarla bien, pero casi siempre terminaba mal y causando problemas. "Sufrí agresiones físicas e incluso llegué a estar en la cárcel a consecuencia del alcohol”, confesó. FOTOS: Javier Lether



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