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MIRADOR LITERARIO - El bolero popular y su matiz caballeresco



Silvia Sánchez Flores


En días recientes se llevó a cabo el VII Festival Mundial del Bolero en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris en la Ciudad de México. En el marco de esta celebración se rindió homenaje a Gabriel Vargas, Meme Solís, Malena Burke y Alejandro Jaén. Su director y creador del Festival, el conductor Rodrigo de la Cadena, destacó que la finalidad es “rendir un homenaje a las leyendas vivientes del género”. Cientos de personas asistieron al evento para disfrutar de las canciones más representativas y que han pervivido por más de una centuria.


Sin duda, el bolero se ha mantenido en el gusto de un público predilecto y estrictamente fiel. Es cierto que su historia es trascendental, que ha traspasado fronteras y roto las barreras del tiempo; cabe preguntarse entonces: ¿Cuál es su origen? ¿Cómo es que ha perdurado y sigue conservando su esencia y tradición? Para responder hay que destacar que dicho género es resultado de una larga evolución musical que se remonta a la España del siglo XVIII; sin embargo, es hasta 1883 que la canción “Tristezas”, de Pepe Sánchez, fue estrenada en La Habana y constituye el primer bolero reconocido como tal. Al mantener un contacto permanente con Cuba, éste llega a México desde el siglo XIX, desarrollando un estilo en el que se inserta la trova yucateca; llegó para quedarse y para alimentar los sentimientos de nuestra parte más humana. En 1921, con la revolución de los medios de comunicación, nace el bolero propiamente mexicano con una canción de amor feliz: “Morenita mía”. Posteriormente, se difunde “Perjura”, que alude al amor desdichado.


El discurso amoroso en el que se desarrolla el bolero ostenta como tópicos principales: el dolor, el llanto, la ausencia, la alegría, la tristeza, el desprecio, el sufrimiento, el engaño, los celos y la pasión. En términos de composición poética, este género viene reviviendo una tradición medieval signada en el amor cortés. La música y la poesía popular han mantenido un vínculo que data desde la lírica caballeresca y que es a partir de ésta que se comienza a formar un culto alrededor del amor y que está imbricado con el vasallaje que se le rendía a la dama. El amor cortés constituyó una moda amorosa, un constructo literario que floreció a lo largo del siglo XII, que cobró un interés genuino y ejerció una fuerte influencia en la vida social y en las relaciones cotidianas durante toda la Edad Media.


En el bolero, las relaciones de poder no están mediadas por la pertenencia a una corte o clase social determinada, traspasó las barreras sociales a través de los medios masivos de comunicación; y así mismo, al idealizar el objeto de amor se genera un discurso erótico sin filtros ni censuras; los boleristas, a diferencia de los antiguos trovadores, superan la censura, pues se vieron beneficiados del despliegue de la industria cultural que se ha encargado de difundir sus canciones por razones eminentemente comerciales.


La concurrencia del bolero y el amor caballeresco suponen una visión del amor como una enfermedad. En ambos se plantea un sufrimiento por no conseguir o no tener al ser amado, recordemos algunos versos manifestados en “Desvelo de amor” de Rafael Hernández: Sufro mucho tu ausencia, no te lo niego / Yo no puedo vivir si a mi lado no estás / Te juro que dormir casi no puedo / Mi vida es un martirio sin cesar. Aquí se exhibe el carácter enfermizo en que cae el amante no correspondido.


En el bolero, lo cortesano se define como el acto de consumirse en el amor por la carencia del ser amado, ejemplo de ello, es lo que se dice en “Sin ti” de José Guízar Morfín: Sin ti, no podré vivir jamás, y pensar que nunca más estarás junto a mí / Sin ti, qué me puede ya importar, si lo que me hace llorar está lejos de aquí / Sin ti, no hay clemencia en mi dolor, la esperanza de mi amor te la llevas al fin / Sin ti, es inútil vivir, como inútil será el quererte olvidar.


El amor se torma enfermizo porque se sufre la ausencia del otro, tal y como se canta en: “Historia de un amor” de Carlos Eleta Almarán: Ya no estás más a mi lado, corazón, en el alma sólo tengo soledad y si ya no puedo verte ¿por qué Dios me hizo quererte, para hacerme sufrir más? Otro ejemplo claro es lo que Armando Manzanero nos dice en: “No sé Tú”: No sé tú, pero yo te busco en cada amanecer, mis deseos no los puedo contener, en las noches cuando duermo, si de insomnio yo me enfermo, me haces falta, mucha falta, no sé tú.


Por otra parte, es interesante destacar que en el bolero se emplea la metáfora de la cárcel, mediante palabras como “condena”, “esclavitud”, “cautiverio”, nos remite al código del amor cortés, donde el caballero es un siervo fiel de su dama, así se resalta en “Yo contigo me voy” de Rafael Hernández: Yo sé bien que seguirte queriendo será mi condena. Se suma a este ejemplo, lo que se canta en “Usted” de José Antonio Zorrilla: Y soy aunque no quiera, / esclavo de sus ojos, / juguete de su amor. Y lo que se manifiesta en “La barca” de Roberto Cantoral: Porque yo seguiré siendo el cautivo / de los caprichos de tu corazón.


Lo anterior concuerda perfectamente con la novela sentimental Cárcel de amor de Diego de San Pedro, del siglo XV castellano, donde vemos al protagonista que pierde su libertad y es esclavo del amor como bien se ilustra en “Prisionero del mar” de Luis Alcaraz y E. Cortázar: Ven mi cadena de amor a romper, / a quitarme la pena de ser / prisionero del mar. Así mismo, destaquemos lo que se ostenta en “Alma libre” de Juan Bruno: He de romper las cadenas que sin piedad me ataban. Cabe otro ejemplo en “Escalera al cielo” de Juli Rufino: Los muros del presidio / que tú llamas amor y yo mi martirio. Una ilustración más la tenemos en “Alas quebradas” de Jorge Contreras: Yo seguiré luchando con mi pena / hasta arrancar de mi alma esta cadena, / esa pasión que arrastro y me condena / a la prisión oscura de mis noches de dolor.


Como se puede apreciar, es evidente el establecimiento de un vínculo entre el discurso amoroso de la lírica popular –a través del bolero– y la lírica caballeresca. En este sentido, es importante destacar cómo una manifestación popular puede apropiarse y asimilar nociones, figuras y formas literarias como las que se despliegan en la fórmula del amor cortés y dotarlo, a su vez, de una estética que le ha permitido prevalecer en el imaginario colectivo contemporáneo. El bolero ha atravesado las barreras sociales y temporales gracias al desarrollo de los medios masivos de comunicación, pues éstos contribuyeron de manera esencial en su difusión y su permanencia. Resulta interesante que, al llegar a nuestro país, haya sido aquí donde se consolidara y se le conciba como una modalidad de la lírica popular de México.


Celebro lo acontecido en el reciente Festival Mundial del Bolero, es primordial que con eventos como éste, se exalte el valor cultural e histórico de este género. El bolero es canción romántica por excelencia; al escucharlo y preferirlo es llevar con nosotros parte de su historia. Se vive y se goza el amor feliz, pero también se sufre el desamor, el bolero es la forma de cantar el lado humano de las cosas, es más que música, es parte de la memoria de una comunidad, es una forma de comunicación. El amor cortés encontró en este género la posibilidad de seguir manifestándose, sus tópicos siguen vigentes, pues no cabe duda que el lenguaje del amor es universal.


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