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PAPEL Y TINTA - Sismos y recuerdos



Pablo Camberos


En ocasiones los recuerdos vienen vestidos de sabores, aromas, sonidos, alegrías o tragedias. A veces no podemos tener presente con exactitud lo que hicimos semanas atrás. A dónde fuimos o con quién estuvimos. Pero existen recuerdos, que con exactitud detallada, son pinceladas que dibujan en nuestra mente los pormenores con fidelidad.


Fue en septiembre de hace 37 años cuando cursaba el segundo año en el Colegio de Ciencias y Humanidades. A la distancia de todos esos años, han pasado muchísimas cosas, ha cambiado casi todo: el tiempo ha sido inclemente, como una tormenta, o como un terremoto. Sin embargo, hay cosas que se han mantenido en pie y que incluso están más fuertes que nunca. Por ejemplo, la admiración por el espíritu solidario de la sociedad, que parece dormida, sin embargo cuando despierta se multiplica y agarra la fuerza de un maremoto y se desborda con todo su poder.


Fue aquel 19 de septiembre del 85, que cuando regresaba de la escuela, vi a mi familia en la sala sentados frente a la televisión. Qué pasó, pregunté, viendo sus rostros tristes, y preocupados. -Tembló, acaso no lo sentiste. Tembló muy fuerte- . Yo no dimensionaba el tamaño de la catástrofe. Años después, en la calma con la que se digiere la tragedia, recordé la forma en que salimos todos despavoridos del salón de clases.


Durante horas estuvimos viendo los reportes en una televisión pequeña y en blanco y negro. Mientras tanto mi papá como mi mamá, intentaban comunicarse con los familiares.


A raíz de ese temblor, la mayoría de mis compañeros se unieron en brigadas de auxilio y recate, como muchísimos otros más. Supe de otros, que como migrantes del miedo, regresaron a la tierra de los abuelos, a la provincia, a “tierra firme”.


De las réplicas de los 19 de septiembre, me acuerdo de los actos heroicos protagonizados por hombres, mujeres y perros, que se sumergieron en océanos de escombro para rescatar a náufragos del epicentro, y también de esas pesadillas que los buitres del rating que se inventaron historias para convertir la tragedia en un show.


Sin embargo, todos esos recuerdos no se alejan, no se quieren ir. Hay personas que cuando leen las réplicas de aniversario aún sienten los escalofríos que sintieron aquel día, y no creen que sea sólo una coincidencia. Tantos muertos, tanto dolor.


Yo, en cambio, tengo la suerte de que cada septiembre celebremos el cumpleaños de mi padre y que los recuerdos que me traen los 19 de septiembre coincidan en este laberinto de la memoria, con regalos y felicitaciones, pero, reitero, lo recuerdo a la perfección. Yo tampoco creo en las coincidencias, pero abrazo con toda mi solidaridad a todos a los que se les vino la noche en aquellos días de septiembre.


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